Autor: Tarsicio Camargo
Editorial: Independently Published
Año: 2025-07-26
Resumen
Viejos caminos, del poeta colombiano Tarsicio Camargo, es una obra que explora la memoria, la existencia y la dignidad desde una mirada honesta, crítica y profundamente humana. A través de una poesía limpia y contundente, el autor recorre paisajes físicos y emocionales que revelan las huellas del pasado, los rostros de la resistencia y los silencios que aún duelen. Este libro no busca evadir, sino entender. No romantiza el pasado, pero tampoco lo olvida. Cada poema es una piedra en el sendero: dura, real, testigo. Es una meditación sobre la historia, los valores perdidos, el paso del tiempo y la necesidad de encontrar sentido en un mundo desfigurado por el ego, el miedo y la codicia. Caminos del tiempo: la vida como tránsito: Desde el título mismo, el concepto de «camino» atraviesa el libro como símbolo central. No solo es metáfora de vida, también es rastro, historia, experiencia. Tarsicio traza senderos de infancia, de lucha, de pérdida, de encuentros y de verdades que duelen pero no pueden ser borradas. Hay nostalgia, pero no es débil; es lúcida. El autor camina hacia atrás para entender el presente. «No hay olvido que no sangre», parece decir. La memoria es brújula, no carga. El ego y la corrupción del alma: Una de las críticas más fuertes del libro está dirigida al ego humano. El ego como fuerza destructora, como máscara, como obstáculo entre el ser y su conciencia. En varios poemas se retrata cómo el poder, el estatus, el egoísmo y la vanidad convierten al individuo en un tirano de sí mismo y de los demás. Tarsicio enfrenta al lector con preguntas incómodas: ¿qué somos cuando quitamos los títulos, las poses, los disfraces? ¿Dónde queda la esencia cuando todo gira en torno a la imagen, al tener, al parecer? Esta crítica no es sólo moral. Es existencial. El poeta sabe que un mundo dominado por el ego es un mundo enfermo, incapaz de amar o comprender. El cuerpo, el trabajo y el desgaste: Muchos poemas hacen referencia al cuerpo como testigo del tiempo y el esfuerzo. Se habla de las manos, del rostro, del sudor, de las señales de una vida vivida sin máscaras. Hay un respeto profundo por el trabajo honesto, por la labor sencilla, por el dolor que no se esconde. El cuerpo aparece como mapa, como tierra marcada por el paso de los años. Pero también como prueba de que la existencia no ha sido en vano. No es culto a la juventud, es reverencia al trayecto. La palabra justa: poesía sin adorno: Camargo escribe con precisión. No embellece lo que debe doler ni dramatiza lo que ya es grave. Su poesía es austera en la forma pero intensa en el fondo. Usa versos breves, imágenes directas y metáforas esenciales. La claridad no se opone a la profundidad; al contrario, la sostiene. Cada poema parece haber sido escrito con el cuidado de quien talla en piedra. No hay desperdicio. Cada palabra es necesaria, cada pausa está cargada. Justicia, dignidad y pensamiento: La voz poética de Viejos caminos también alza una defensa firme de la dignidad. Frente al poder que engaña, al discurso que miente, a la tradición que oprime, Camargo opone la verdad sencilla del hombre que piensa, del trabajador que no se rinde, de la conciencia que no se vende. No hay panfleto. Hay principios. El autor no predica: razona, señala, recuerda. Invita a mirar lo humano sin aditivos: lo injusto, lo bello, lo absurdo, lo sagrado. Final sin claudicar: Aunque el libro habla del paso del tiempo y de la cercanía de la muerte, no lo hace desde el miedo ni la tristeza vacía. Al contrario, plantea que cada tramo recorrido con dignidad deja una marca que trasciende. El viaje no es eterno, pero tiene sentido si se camina con conciencia.
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